Cuando la vida nos ofrece lo mejor y escogemos lo peor

En una oportunidad yo estaba buscando una asistente para mi equipo y hablando con una amiga le dije «¿Tú no tendrás a alguien de tu confianza que quiera trabajo?». Ella muy emocionada me dijo que sí, que tenía una amiga que estaría muy interesada.

Contacté a la persona y le dije que le ofrecía trabajo. Ella se emocionó muchísimo y se puso muy alegre, pero me di cuenta que se estaba demorando en contestar mis mensajes. Le dije que sí estaba ocupada hablábamos cuando pudiera. Ella me dijo que estaba caminando y que al llegar a casa me escribiría.

Así lo hizo.

Le comenté sobre el trabajo, remuneración, condiciones, etc. Ella me refirió que se acababa de quedar sin trabajo, pero acto seguido me dijo que tenía algunos impedimentos (no tenía Internet ni computadora). Le dije que podíamos solventar eso, y que quería que el lunes (era viernes) tuviéramos una entrevista on line. Puso algunos peros para la hora, pero quedamos en una entrevista formal.

Llegó el lunes y volví a contactarla (aunque pensaba que ella podía haberme contactado a mí). Me dijo que se le complicaba la hora y que estaba muy ocupada, además que seguía pensando que no tenía Internet ni computadora.

Yo no comprendía lo del Internet ya que estábamos hablando vía WhatsApp. Ella me explico que no tenía wifi, y le dije que no había problema.

Siguió poniendo algunos peros y desistí.

Me quedé con esa sensación extraña cuando sientes que has ofrecido lo mejor (en tu visión de las cosas) y la otra persona prefirió seguir en su estado original: metida en un problema.

Esta persona sí quería trabajar conmigo, pero su visión de túnel no se lo permitió, quizás incluso su propia costumbre de «pasar trabajo» había sido un saboteo importante.

Lo cierto es que nunca la comprendí y no sólo eso, me cuesta comprender a las personas así.

En esta ocasión «llevé» yo.


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