Encontrarme en Bogotá, por el hecho de inaugurar la nueve sede de Psicovivir internacional, me ha traído recuerdos que sentía olvidados. Bogotá me acerca a Venezuela.
Todos uds. saben que no puedo ir a Venezuela, ya que la dictadura me la tiene jurada, y eso trajo como consecuencia que no solo perdí todo en mi país, sino que perdí mi país propiamente dicho. El estar en Colombia y ver este cielo, sentir este verde, respirar el mismo aire, me ha hecho reencontrarme con el joropo, el alma llanera y la amabilidad de mi tierra. Colombia y Venezuela son hermanas, y en mí, se sienten igual.

Una de las cosas que en Chile no vivo es la amabilidad de la gente. No es que el chileno no sea amable. Sí lo es. Pero la amabilidad venezolana, colombiana, es otra cosa. Es casi que amor. A donde vayas te sientes en casa, querido, atendido, y eso lo extrañaba muchísimo. De hecho, no sabía cuánto. Uno no extraña cosas hasta que las pierdes.
Tengo la intención firme de que Colombia sienta mi agradecimiento, así como intento que Chile lo sienta también, y la forma de hacerlo es dando trabajo, curando emocionalmente a personas, y generando, desde la psicología, un mundo mejor. Sobre la psicología desde como yo la entiendo, que es más cercana, con más risa y, a su vez, más fuerza y pasión. Sin habladera de paja y al grano. Así entiendo la psicología y así la imprimo en todo mi equipo.

Hoy en Bogotá siento a mi tierra, mi gente, mi sol. Y les daré siempre todo de mí. Es un compromiso y será un hecho.
Sepan.