
Uno de los problemas principales que sufren las mujeres, y que han sufrido desde siempre, ha sido la incapacidad de poder ser ellas mismas. Desde el machismo recalcitrante, hasta la opresión aún presente, la mujer siempre ha tenido que ocultarse, reprimirse, estar, inclusive, fingiendo constantemente comportamientos y actitudes, con el fin de encajar en la sociedad, conseguir marido, ser una buena madre, cumplir con todos los roles, e incluso, hasta amamantar a sus hijos.
Siempre la mujer tiene que cumplir un rol que no es necesariamente el que desea cumplir. Decimos que estamos en una sociedad más abierta, más feminista, y que permite mayores libertades e igualdades, pero, al final del camino, la mujer no es ella misma.
Ahora bien, esto está cambiando.
Hoy en día las mujeres están diciendo ¡Aquí estoy! ¡Yo soy! ¡Yo pertenezco! ¡Este es mi sitio y aquí quiero estar!
De alguna u otra manera, las mujeres están, no solamente liberándose o ya dejando la represión, es que están tomando su lugar. Y están asumiendo que el mundo también es de ellas, y que, fundamentalmente, ellas tienen que ejercer su vida, vivirla plenamente, y convertir un objetivo de vida en ser felices, plenas y completas.
Ya la mujer que definitivamente tenía que buscar un marido, tener un hijo, ser la mejor ama de casa y comportarse correctamente, le ha dado paso a la mujer que en la actualidad quiere ser ella misma, estar en el sitio donde ella considere correcto, vivir la vida como quiere, y asumir a las personas que la aceptan, dando la espalda a quienes la rechazan.
En consecuencia, hoy en día, una mujer que grita a los cuatro vientos ¡Esta soy yo! es lo que pudiéramos llamar una mujer verdadera.
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