No siempre somos la mejor versión de nosotros mismos

Ella me decía que nunca encontraba personas que la amarán como era ella. Se quejaba muchísimo de que nadie entendía sus emociones, que nadie la nutria y que jamás encontraba a alguien que la amara y se quedara con ella.

Yo le pregunté cómo se describía a sí misma.

Me respondió que era amorosa, hiper sexual, luchadora, trabajadora a nivel obsesivo, con tendencia al mal carácter, llorona, ansiosa, intensa, no quería tener hijos, tampoco casarse, pero si quería una relación estable, incluso no le importaba si el tipo era casado siempre y cuando la quisiera y  le diera amor. Al finalizar ella misma se vio y suspirando me dijo «como ves soy un manojo de contradicciones y nadie me va a querer así, ayúdame a cambiar». Yo le dije que no. No haría eso.

Le expliqué que yo no creo en eso de «cambiar». Le dije que yo sostengo que tenemos que hacer dos cosas. La primera es aceptar nuestras sombras más profundas e integrarlas a nuestra personalidad, es decir, dejar de luchar contra nuestros demonios, y la segunda era jamás mentir sobre nosotros mismos, mostrarnos tal cual somos, de esa forma solo se iban a  acercar personas que nos aceptarán tal cual somos.

Durante un tiempo estuvimos conversando sobre este tema. Al tiempo nos volvimos a ver y estaba con un chico 18 años menor que ella.

Se sentía feliz con su muchacho, de hecho ella lo ayudaba económicamente y cuando le pregunté si había la posibilidad de que él la usará económicamente, ella me dijo «Alberto no me importa, para eso tengo plata y además me lo estoy gozando y el me hace sentir amada». Yo sonreí y le di un abrazo. Le dije que mientras fuera feliz, debía disfrutar ese tiempo. Los tiempos felices merecen ser vividos.

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