En Bogotá: reencontré mi corazón con Venezuela

Encontrarme en Bogotá, por el hecho de inaugurar la nueve sede de Psicovivir internacional, me ha traído recuerdos que sentía olvidados. Bogotá me acerca a Venezuela.

Todos uds. saben que no puedo ir a Venezuela, ya que la dictadura me la tiene jurada, y eso trajo como consecuencia que no solo perdí todo en mi país, sino que perdí mi país propiamente dicho. El estar en Colombia y ver este cielo, sentir este verde, respirar el mismo aire, me ha hecho reencontrarme con el joropo, el alma llanera y la amabilidad de mi tierra. Colombia y Venezuela son hermanas, y en mí, se sienten igual.

Una de las cosas que en Chile no vivo es la amabilidad de la gente. No es que el chileno no sea amable. Sí lo es. Pero la amabilidad venezolana, colombiana, es otra cosa. Es casi que amor. A donde vayas te sientes en casa, querido, atendido, y eso lo extrañaba muchísimo. De hecho, no sabía cuánto. Uno no extraña cosas hasta que las pierdes.

Tengo la intención firme de que Colombia sienta mi agradecimiento, así como intento que Chile lo sienta también, y la forma de hacerlo es dando trabajo, curando emocionalmente a personas, y generando, desde la psicología, un mundo mejor. Sobre la psicología desde como yo la entiendo, que es más cercana, con más risa y, a su vez, más fuerza y pasión. Sin habladera de paja y al grano. Así entiendo la psicología y así la imprimo en todo mi equipo.

Hoy en Bogotá siento a mi tierra, mi gente, mi sol. Y les daré siempre todo de mí. Es un compromiso y será un hecho.

Sepan.

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Nuestra ayuda para los colombianos

Hermanos en #Colombia, en mi página web psicovivirinternacional.com hay un foro abierto al mundo.

Allí pueden plantear sus inquietudes, si lo desean de forma anónima, y los psicólogos del #TeamPsicovivir estarán dándole orientación profesional, absolutamente gratuita.

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Colombia, no te dejes

Esta foto es del 2018. Fue la última vez que estuve en #Colombia. Solo conocía Cúcuta, ciudad a la que fui de adolescente. Posteriormente conocí Bogotá, Medellín y Barranquilla.

De Colombia me llevé su aroma, su verde, el acento alegre y hasta cariñoso. La alegría convertida en cumbia, y la pelea entre amigos acerca de dónde es la arepa. En Colombia conocí la tumba de Pablo Escobar, donde un señor me recitó «la verdadera historia» de él. En Colombia conocí el renacimiento de una ciudad cundida de sicarios y narcos, convertida en bella ciudad de gente buena y decente.

En Colombia conocí cuando eligen la reina del carnaval de Barranquilla, y también conocí donde Bolívar visitaba a Manuelita. Conocí a Botero.

Hoy esa Colombia que amo está sangrando. Esa historia que se está repitiendo en países como Chile, Ecuador y ahora en el hermano país. Protestas con base legítima pero con forma violenta (violencia organizada), con violación de derechos humanos. Es una puesta en escena conocida. Quien piense que es un asunto espontáneo, es ingenuo o forma parte del guion.

Los venezolanos fuimos víctima (y quizás prueba de laboratorio) de situaciones así, y perdimos el país. No somos el centro del mundo, pero en Venezuela empezó todo. Lo que hoy vemos en Suramérica, la destrucción de todo, empezó en mi país. Fue la izquierda, fue el socialismo, fue el chavismo. Son los culpables.

Colombia, estás en mi corazón. Somos hermanos. Colombiano, no te dejes quitar el país. No permitas que la violencia se apodere ni que las instituciones fracasen. No permitas que la izquierda gobierne jamás, no pierdas el país. Que no te pase como a nosotros, tus hermanos venezolanos.

Mi deseo siempre para ti, Colombia, colombiano, es que sigas hermosa, la paz reine, tu sociedad encuentre el camino, y que la justicia, las leyes y la equidad siempre sean tu norte.