Perdió la belleza

¿Qué es la belleza? ¿Cómo se mide? Si hablamos de mujeres, la belleza de una mujer tiene estándares diferentes en Chile que en Venezuela, o entre China y Alemania. La belleza no siempre es de quien la porta sino más bien de quien la admira, incluso si quien se admira es uno a sí mismo.

Cuando vemos concursos como el Miss Venezuela, el cual a todas luces fue un fraude, confesado por sus integrantes, y vemos concursos como el Miss Universo, el cual evidentemente también fue una estafa anoche, cabe la pregunta ¿para qué seguimos haciendo esos concursos? No miden belleza, sino que preparan discursos, emiten señales políticas y están arreglados en función de sus intereses económicos. De belleza no tienen nada.

Amanda es una chica hermosa, muy hermosa, y absolutamente muy bien preparada para un concurso así. Hizo todo perfecto, menos pagar por ganar. Porque al final la única belleza que aquí impera es el color verde del billete de dólar.

¿Ella debió ganar? A toda luz que sí, pero ese no es el punto. El punto es que perdió la belleza, perdió el sueño de «la mujer más bonita», y como adultos que nos enteramos que San Nicolas (trayendo regalos por la chimenea) no existe, tenemos que despertar a esta realidad que nos explota en la cara: los concursos de belleza no tienen absolutamente nada de competencia acerca de la belleza.

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Sí podemos evitar el ¡esto se acabó! de nuestra relación

Las relaciones se acaban, y muchas veces eso ocurre porque no sabemos las señales antes de que eso suceda. Podemos prevenir que las relaciones se acaben y, aunque en el amor no hay garantías, sí hay garantías en la prevención.

Podemos evitar el ¡Esto se acabó!
Podemos evitar la ruptura del corazón.
Podemos evitar el despecho que nos mata, el vacío en el estómago que pareciera que nos quita la vida.

Podemos evitar los dolores ligados al amor, cuando entendemos que si podemos conocer las herramientas necesarias en la comunicación, podemos saber las técnicas que sirven para comunicarnos mejor y, sobre todo, podemos entender que, desde el punto de vista de la conciencia personal, podemos buscarnos personas que vibren en sintonía con nosotros, o hacer que juntos podamos vibrar emocional y psicológicamente juntos, definitivamente esto tenemos que aprenderlo.

¡Esto se acabó! 💔es una frase que podemos evitar, y una de las formas con la que podemos evitarla es asistiendo a mi conferencia, este sábado 10 de diciembre, a las 06:00 p.m. en el Teatro Finis Terrae, de Santiago de Chile. 🇨🇱 Usted entra en passline.com y allí están las últimas entradas.

Ven, vamos a aprender, para que no nos digan ¡Esto se acabó! y si ya nos lo dijeron, o nosotros somos los que estamos diciéndolo, entonces también tenemos que aprender las técnicas y las herramientas necesarias, para vivir ese duelo y poder superarlo cuánto antes, lo más rápido posible. Porque vivir sufriendo, no es vida.

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Arthur O Urso, sus ocho esposas, y la hipocresía social

Se hizo viral el caso del modelo brasileño y sus ocho o nueve esposas. En la cultura social actual, realmente uno ve eso como una especie de fetiche o situación que, básicamente, puede causar reacciones que van desde el asombro, la admiración, la envidia, hasta sencillamente empezar a hacer chistes al respecto.

Nadie hace aspavientos, nadie se siente mal al mirar esa situación, y realmente no hay ningún otro elemento que pueda producir algún aspecto emocional en nosotros al ver una noticia así.

Pero otro gallo cantaría, si estuviéramos leyendo que una mujer tiene ocho esposos, y, entonces ahí nuestros prejuicios, nuestra doble moral, nuestra hipocresía, y nuestra visión bastante arcaica de la sexualidad femenina, se pondría de manifiesto.

Por un lado, saldrían todos los fanáticos religiosos acusando a esa mujer, por el otro, todos los machistas acusando a esos hombres, y claro, veríamos seguramente en las redes sociales un reclamo espantoso, criticando horriblemente la moral, la ética, la sexualidad y la forma de vivir de esa mujer y sus ocho maridos.

A ella la criticaríamos por ligera, por prostituta, por inmoral. A ellos los criticaríamos por bolsas, por tontos, por todo aquello que queramos decir para minimizarlos.

Realmente cuando hablamos del amor libre, tenemos que referirnos tanto hacia los hombres como hacia las mujeres. Si hablamos de las polirelaciones, el poliamor, el swingers, y todas las variantes sexuales que han existido durante toda la historia de la humanidad, siempre tendremos que incluir a los hombres y a las mujeres.

Si queremos una sociedad más libre, si queremos una sociedad más completa, si queremos una sociedad que, de alguna forma, tenga mayores libertades y mayores flexibilidades ante las maneras de vivir, tenemos que entender que lo primero que debemos eliminar son la divisiones basadas en nuestros conflictos e hipocresías morales.

No se trata de que la sociedad se perdió, no se trata de que el mundo está perdido, se trata de que nosotros tenemos que cambiar nuestra manera de mirar estos asuntos, y entender que va por ambos lados, tanto para hombre como para mujeres. Y desde la libertad sexual y la libertad amorosa, siempre y cuando no le haga daño a nadie y sea en consenso entre adultos, que cada quien viva lo que desea vivir.

No mires arriba, mira adentro.

Vi la película «No mires arriba», y la verdad es que esa producción me hizo «mirar adentro». No haré spoiler, pero sí reflexiones.

El mundo hoy día está muy raro. La debilidad emocional es la marca. Ahora todo ofende, todo excluye, todo molesta y es obligado ser políticamente correcto. Tienes que ser vegano, amar a tu mascota más que a tus hijos, cambiar el lenguaje, pisar sobre vidrio para que no molestes a nadie, ser socialista, ambientalista, pelético, peludo, perempempético y perempempudo. Una vaina loca, así estamos.

Nos pasamos el día en las RRSS opinando como si siempre tuviéramos la razón, atacando a quienes piensan diferente, pendientes de un drama, una denuncia, un escándalo, una cosa, lo que sea. Somos el «big brothers» de los demás big brothers.

Nos gusta mirar la vida de otros como si fuera una película, y si es una vida normal, entonces es una película aburrida. Nos gusta el morbo. Damos like a los pensamientos que se parecen al nuestro, pero jamás damos like a aquello que nos cuestiona, nos reta, nos hace ruido, nos incomoda.

Nos perdemos lo importante dando relevancia a lo superfluo. Por ejemplo, en Venezuela hubo una guerra entre narcos y guerrilla en un pueblo, pero las redes le hicieron más caso a una denuncia de un tipo al que no lo dejaron entrar con su perro a una farmacia. Somos estúpidos y, encima, nos sentimos orgullosos de eso. No solo es Vzla; el mundo está así: paladines de la irrelevancia, capitanes de la superficialidad, dueños de la estupidez.

Para este 2022 haré un cambio en mis rrss. Lo más seguro es que pierda seguidores, pero eso es irrelevante para mí. Seré más real, más humano. Daré, como siempre, una psicología diferente, y voy a enfrentarlos a lo incómodo, a lo que les afecte, les haga ruido, los saque de su confort.

No quiero entretenerlos, quiero ayudarlos desde mi visión de la psicología, de la vida y del pensamiento crítico. Me niego a dejarme arrastrar por lo irrelevante, por el like fácil.

Mi cuenta es de emociones reales, y seguirá así. Si digo que viene un meteorito, no me importa si a ud. no le gusta la noticia, pero yo se lo voy a decir, y ud., si me sigue, tendrá que prestar atención. Así no le guste.

Sepa.

#psicovivir #psicologia #dontlookup #analisis #reflexion

¡No hay excusas, Pablo Montero!

El tema de Pablo Montero y Maduro es más que un tema político. Es un tema psicológico y social. Les explicaré por qué.

La música es universal, eso es cierto. Pero, cuando tú vas a cantarle el cumpleaños a un tipo denunciado por crímenes de lesa humanidad, que mantiene una tiranía sangrienta, y es culpable del éxodo de más de 6 millones de personas, es definitivamente una atrocidad ligada a la indignidad y a la indiferencia.

Pablo Montero es indiferente al sufrimiento y eso lo convierte en un sociópata. Cuando no sientes ninguna culpa, ni remordimiento, ni empatía por el sufrimiento de muchos, de una sociedad, de un grupo humano, eres un sociópata. Eso es un hecho y no tiene discusión. No importa si antes no lo mostrabas, o nunca lo dejaste ver. Tampoco importa si te «has portado bien» antes. Si un día te levantas y vas y le celebras cantando el cumpleaños a un genocida, ud. de la cabeza, del alma y del amor, no está nada bien.

Pero también es un tema social.

Hay un nivel moral que implica aquello qué celebras o qué no.

Porque aunque la música es universal, esto no es excusa para ir y cantar a asesinos.

La excusa no puede ser que «llevas la música mexicana por el mundo», ya que tú no haces un concierto en una cárcel donde le vas y le celebras el cumpleaños a un tipo que haya violado a un grupo de niños. Tú no vas y le cantas por aquello de la universalidad musical, a un tipo que, por ejemplo, este convicto como asesino serial. ¿Lo ves? No existe tal generalidad en cuanto a la música. Hay ciertos límites, principios y valores, ligados a esto.

En consecuencia, todo artista que va y le canta al tirano, le canta a la muerte, a la destrucción, al crimen, a la injusticia. Todo artista que se vende por un puñado de dólares, cantando al criminal, demuestra un lado sociopático importante. Todo artista que celebra cantando el cumpleaños de un asesino, es una desgracia para el arte.

No importa su trayectoria, su carisma o sus actos pasados. Es una desgracia para la música, para el arte y para la humanidad.

Lleve.

Feliz día a los psicólogos, pero no a todos.

Tengo una relación de amor y odio con los psicólogos. Les explicaré.

Cuando estudié psicología, salí de la universidad sin conocimientos reales de psicoterapia y mucha paja en la cabeza. Me gradué summa cum laude, pero yo estaba muy claro respecto a que eso no representaba nada. Por otro lado, todos, absolutamente todos los psicólogos que conocía, eran hipócritamente moralistas, con una idea absurda de la ética, y creyéndose superiores a los demás. De paso, chismosos, con una tendencia a enjuiciar a los demás y peor aún, a otros psicólogos. Por si fuera poco, los veía muy locos, enrollados, con mil peos en la cabeza.

Y yo también.

La diferencia entre ellos y yo es que yo sí sabía que tenía problemas, que mi moral era bastante relajada (y sigue siendo), que la ética y yo no siempre vamos juntos, y que yo jamás me sentía superior a nadie. Adicional a que, criticar a un colega me parecía cobarde, hipócrita y enfermizo.

Así que me convertí en el psicólogo que quería ser. Un tipo tan perdido como sus pacientes, pero con un mapa y una linterna para acompañarlos en sus luchas. Hoy siendo un psicólogo maduro, ya no tengo rollos con la ética, no confundo psicología con religión, mi moral la dejo fuera de una cama, y mi vida personal, a veces es un caos.

Ahora enseño a los psicólogos que trabajan en mi equipo a no sentirse superiores, a hablar en un lenguaje llano, directo, sin mucha vaina, no doy consejos, sino que aplico técnicas, hago psicoterapia, pero no pretendo enseñarle a nadie cómo debe vivir. Me importa absolutamente nada ser rechazado y amo a quienes me aceptan.

Así que, al final, hice mi propio camino. Tengo a Psicovivir Internacional, donde enseñamos a hacer terapia y donde los mejores se quedan conmigo.
Hacemos historia y nos convertimos en la empresa más grande de psicología de Latinoamérica, con sucursales en varias partes del mundo y atendiendo a miles de pacientes diariamente.

Así que siendo el día del psicólogo en Venezuela, felicito a mis colegas, a la mayoría que entiende que la psicología es para la gente y no para sentirse superior o juzgar a los demás. A esos psicólogos les abrazo y felicito.

A los otros, no, a esos no.

Lleve.