La violencia no surge de la nada.
El caso de Luigi Mangione, el joven que acabó con la vida de un alto ejecutivo de una corporación de salud en EE.UU., y que ha conmocionado las redes sociales en estos últimos días, nos deja una dura lección: la violencia, muchas veces, viene precedida por gritos silenciosos. Gritos que no se escuchan, pero que habitan en una mente atormentada, incapaz de procesar su dolor.
Los traumas no son nuestra culpa, pero sí nuestra responsabilidad. Aquí es donde radica la clave: las emociones no gestionadas, el sufrimiento acumulado y la falta de ayuda estallan como una bomba. La violencia no es el inicio, es el fin. Es la culminación de años de tormento interno que nadie escuchó o que alguien ignoró.
¿Cómo llegamos hasta aquí?
1️⃣ No hablar de las emociones. Lo que callamos no desaparece; se queda ahí, creciendo y distorsionándose. Si Ud. no procesa sus emociones, se revienta. Entiéndalo.
2️⃣ Falta de ayuda profesional. Muchas personas viven creyendo que pueden «superar» sus traumas solas, cuando en realidad el proceso necesita acompañamiento. Además, la gente inteligente busca ayuda.
3️⃣ Normalización del dolor. Creer que sufrir es «parte de la vida» y que no queda más remedio. Déjese de cuentos, la vida no es sufrimiento. Se tiene que aprender a gestionar y resolver las contingencias de la vida.
El caso de Luigi Mangione nos confronta. Pero también nos deja claro un mensaje: hay que actuar antes de que el silencio grite con violencia. Así que actúe: busque ayuda si usted no controla sus impulsos o emociones.
Y si vive al lado de alguien así, sea inteligente también y ayúdese.
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