Por qué Donald Trump ganó las elecciones (y lo que eso nos dice sobre el poder del carisma)

En Estados Unidos, Donald Trump vuelve a ganar las elecciones presidenciales. Sí, ese mismo hombre que había perdido previamente, esta vez se convierte en Presidente de los Estados Unidos nuevamente.

No pretendo hacer un análisis político; para eso reservo otras redes. En este artículo, quiero que hablemos desde una perspectiva psicológica y que exploremos por qué alguien como Trump logra el apoyo que tiene y qué significa eso. Pero no nos quedaremos en Estados Unidos; también exploraremos por qué en Latinoamérica escogemos a los presidentes que elegimos y qué nos dice esto a nivel psicológico.


La simbología detrás de Donald Trump y el “sueño americano”

Primero, observemos cómo Donald Trump representa el arquetipo del “sueño americano”. Trump adopta una postura confrontativa; es alguien que parece no detenerse ante nada y que se mantiene en pie a pesar de las dificultades. Este perfil de resiliencia y ambición es la encarnación de un ideal: la persona que se construye a sí misma desde abajo y alcanza sus objetivos.

Aquí probablemente me dirás: “¿De verdad Trump viene de abajo?” Bueno, no tanto en lo económico, pero sí en el contexto de las elecciones. Trump se reinventó luego de una derrota previa, lo que para muchos es el inicio de un “sueño americano”. Con un discurso directo y desafiante, logra conectar con el inconsciente colectivo de un público que valora esa perseverancia y audacia.


La empatía estratégica de Trump

Te sorprenderá si te digo que Trump es empático. Aunque su estilo no lo parezca, él demuestra una empatía cultural hacia el estadounidense promedio. ¿Cómo? Mediante el uso de palabras y frases que resuenan profundamente en el imaginario norteamericano. Poder, grandeza, liderazgo y orgullo nacional son conceptos con los que muchos ciudadanos se identifican, y Trump sabe cómo utilizarlos en su discurso.

Este tipo de “empatía cultural” es vital en cualquier líder, pues permite comprender lo que el público quiere oír y cómo lo quiere escuchar. Es como un atajo que toma ventaja de la psicología de masas: hablar en términos simples y potentes genera una conexión emocional mucho más efectiva que los discursos cargados de tecnicismos.


Estructura y claridad en tiempos de incertidumbre

Estamos viviendo en una época de cambio constante, donde cuestiones de género, identidad y roles sociales están en debate. Trump representa una postura rígida y conservadora que se muestra como una alternativa clara frente a esta “difusión” de conceptos. Así, para muchos, se convierte en una figura que simboliza “valores tradicionales” en contraste con el aparente desorden de otros discursos políticos.

En términos psicológicos, una estructura clara y definida es crucial para entender el mundo. Cuando todo parece incierto, la mente humana suele buscar puntos de referencia claros y simples. Por eso, Trump, al ofrecer una visión aparentemente más estructurada, logra apelar a una parte del electorado que prefiere esa seguridad.


La diferencia entre Estados Unidos y Latinoamérica al escoger presidentes

En Estados Unidos, la elección de un presidente está, en su núcleo, basada en la economía. Para el norteamericano promedio, temas como la inflación, el ingreso personal y las oportunidades de empleo son los aspectos más relevantes. Es un enfoque práctico, donde el bienestar económico tiene un peso clave.

Latinoamérica, en cambio, se inclina hacia lo ideológico. Aquí, los líderes son valorados por su carisma y su habilidad para hablarle al corazón del pueblo. Los latinoamericanos, por razones culturales y sociales, tienden a buscar en sus líderes cualidades casi paternas. Buscan figuras que los protejan y les ofrezcan un sentido de pertenencia y seguridad. Así, la figura del “padre protector” tiene un peso significativo, influenciando el voto de manera emocional más que racional.

En Estados Unidos, se vota con calculadora en mano; en Latinoamérica, el voto suele venir desde el corazón. Este contraste nos muestra cómo factores psicológicos y culturales son claves a la hora de entender las diferencias entre ambas regiones en términos de liderazgo político.