El poder oculto del agradecimiento: una lección desde Thanksgiving

Estando en Estados Unidos, aprendí el significado del Día de Acción de Gracias. Honestamente, no sabía la profundidad de esta tradición, pero hoy entiendo que el agradecimiento es más que una simple cortesía; es un acto de empoderamiento personal.

Cuando agradeces, algo cambia dentro de ti. Es como si reconectaras con tu fortaleza y tus capacidades para enfrentar la vida. Y tal vez te preguntes: «¿Cómo algo tan sencillo como agradecer puede tener tanto impacto?». La respuesta es sencilla: agradecer no solo reconoce lo bueno que te pasa, sino que también genera en ti una sensación de plenitud, de estar en paz con lo que tienes.

Agradecer lo bueno es fácil, pero ¿y lo malo?
Aquí es donde muchos se traban. ¿Cómo dar gracias por algo que te hirió, te dejó cicatrices o te puso de rodillas? Pero fíjate bien: las cosas malas que nos ocurren, con el tiempo, suelen convertirse en lecciones profundas. A veces esas experiencias duras nos evitan desastres mayores, nos hacen más fuertes o incluso nos guían hacia un mejor camino.

He visto cómo los momentos más oscuros pueden transformar a las personas. La resiliencia, esa capacidad de levantarte una y otra vez, nace de tus derrotas, no de tus victorias. Agradecer lo malo no es masoquismo; es reconocer que, aunque dolió, te hizo crecer.

El agradecimiento como herramienta de vida
Adoptar el hábito de agradecer no solo mejora tu ánimo; también fortalece tu autoestima y te conecta con una sensación genuina de alegría. Te sientes más en control, más consciente de tus recursos internos y más en paz con lo que la vida te lanza.

Por eso, quiero invitarte a practicar el agradecimiento como un acto diario. Agradece lo bueno porque te llena de satisfacción, y agradece lo malo porque, aunque no lo veas ahora, puede ser el inicio de algo mejor.

Enséñale a tu gente cercana este hábito. Compártelo. Porque sin duda alguna, agradecer es una de las prácticas más maravillosas que puedes adoptar en tu vida.

Así que hoy te digo: da las gracias. No por cumplir, sino porque el agradecimiento te hace más fuerte, más feliz y más libre.

Si no puedes contra ti, únete a ti mismo

Veo demasiada gente luchando en contra de sí misma. Los noto siendo enemigos de sus propios comportamientos. Es como si se odiaran.

Se critican a sí mismo de forma despiadada, se tratan mal, se sienten feos, defectuosos, imperfectos, malos, culpables y pare de contar. Ellos jamás tratarían a los demás como se tratan a sí mismos, pero no se dan cuenta de eso.

Pienso que esa es una mala práctica.

Amarse a sí mismo es comprender sus defectos, es tener tolerancia hacia las propias fallas, es ser más benevolente con uno mismo. Amarse a uno mismo es como amar a los demás.

Cuando tu amas a alguien lo proteges, lo tratas bien, lo cuidas, lo comprendes y buscas la tendencia a la suavidad y la ternura.

Amarse a sí mismo es tratarse de esa forma.

No luches contra ti mismo, busca resolver tus problemas pero sin atacarte, sin menospreciarte, sin ser tu peor enemigo. Busca tu propia versión de ti mismo pero sin que eso implique un odio total hacia eso que piensas que está mal en ti.

Sé amoroso contigo. No te odies.

¿Sabes cuál es el mayor acto de amor propio?

Indudablemente, el mayor acto de amor propio es aprender a decir: hasta aquí llegué. De ninguna manera puedes permitir que algo o alguien te arrastre al olvido de ti mismo, que te desintegre como si tu valor fuera negociable.

Es fundamental entender que alejarse no es un acto de cobardía, es una verdad del tamaño de una catedral: es valentía pura. Cuando te retiras de lo que te destruye, no estás huyendo, estás regresando a ti.

Cuando decides soltar lo que te lleva al abismo, estás eligiendo ser fiel a ti mismo. Porque, en mi visión de las cosas, nadie merece el precio de tu paz interior ni el poder de convertirte en alguien que no reconoces.

Miren, el amor propio no es solo cuidarnos, es rescatarnos cuando nos perdemos. Es mirarnos al espejo y saber que la decisión de alejarnos es, al final, el mayor acto de respeto hacia lo que somos.

Fin del cuento.

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La soledad no es el problema, la sensación de fracaso sí

A veces pensamos que estar solos es la raíz de nuestra tristeza, esa que nos ataca de noche y nos hace cuestionar todo. Pero, honestamente, la soledad en sí misma no es el problema real. Lo que duele, lo que pesa de verdad, es la sensación de fracaso personal que viene cuando la vida no se parece en nada a lo que soñábamos tener.

Claro, cuando has compartido todo con alguien y de repente ya no tienes esa compañía, te sientes desprotegido. Entras en esa tormenta de incertidumbre que te hace cuestionarlo todo. No se trata de extrañar a la otra persona, se trata de lo que esa compañía significaba para tu vida y para tu sentido de seguridad. Es en ese vacío, donde suele nacer la idea del fracaso: porque no tienes lo que querías tener, porque el sueño de estabilidad se derrumbó.

Y, sí, estar solo puede hacer que te sientas triste, puede despertar la melancolía y, en algunos casos, incluso ese peso en el pecho que llamamos fracaso. Pero la realidad es que la vida misma está hecha de ciclos y subidas y bajadas. Ninguna historia de éxito es una línea recta hacia arriba. Los logros están forjados en cada error, cada intento que no funcionó y que te dejó tocando el fondo, justo donde uno decide si renuncia o sigue adelante.

Es aquí donde importa lo que llevas dentro, donde tus herramientas, tu inteligencia y tu resiliencia se convierten en tus verdaderos aliados. ¿Quieres ser la mejor versión de ti mismo? Bien, prepárate para enfrentarte a lo que duele, a las circunstancias que no pediste pero que, de alguna forma, te forjan.

Cada caída duele, pero cada vez que te levantas no eres la misma persona que cayó. Esa experiencia es la que te va curtiendo, es la que te fortalece, y es la que, a largo plazo, te abre la puerta a lo que realmente buscas. Porque al final, el éxito no es otra cosa que la suma de aprendizajes que fuiste acumulando en esos momentos que parecían derrotas.

La soledad no es el verdadero enemigo.

La clave está en tu capacidad para construirte a ti mismo, paso a paso, error tras error, para que cuando llegue el éxito, sea sólido y se sienta merecido.

Es fundamental entender que el proceso de sanar no es algo que puedas resolver solo, ni es algo que debas cargar en silencio. La vida duele, las relaciones nos desafían, y a veces la mente nos juega en contra. ¿Hasta cuándo vas a seguir postergando tu bienestar? No tienes que enfrentar esto solo.

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¿Perdiste todo? ¡No pierdas la lección!

En terapia me ha tocado ver gente que lo ha perdido todo y generalmente puedo predecir quienes van a surgir de nuevo y quienes no.

Los que surgen son los que aprenden sobre sus errores. Los que usan su fracaso para tener éxito. Los que entienden que mucho de lo que sucedió tiene que ver con la forma en que toman decisiones. Los que son capaces de buscar ayuda.

Incluso, los que van al psicólogo buscando no soluciones mágicas, sino revisarse en aquello que ellos no tan fácilmente son capaces de ver en sí mismos.

Los que no, generalmente se quedan sintiendo lástima por si mismos, culpan a la mala suerte, y piensan que nada es responsabilidad de ellos. De hecho van al psicólogo casi que obligados o porque sus seres queridos se los pidieron.

Esa es la realidad.

¿Solución? Busca ayuda psicológica, no te quedes en el papel de pobrecito o pobrecita yo y procura ser siempre tu mejor versión.

La verdadera fuerza de ser mujer no está en la pareja

Tienes que entenderlo: el valor como mujer no te lo da ningún hombre. Ni estar en pareja. En la búsqueda del empoderamiento, muchas creen que ser mujer completa significa ser madre o tener una relación. Y ese es un error profundo. ¡Es injusto!

Tu valía no depende de otros. No se mide en función de a quién perteneces ni de las expectativas sociales. Porque, al final, te perteneces a ti misma. Tu propio concepto de valía es lo que realmente importa.

Nadie puede decirte que eres menos porque no tienes pareja o porque elegiste la soledad. Eso es un error fundamental.

Tu amor propio no se define por tu estado civil. Así que asúmelo. La presión social es fuerte, y claro que es difícil. Pero con autoestima, resiliencia y una estructura firme, puedes desafiar esos patrones.

Recuerda: tú te defines a ti misma. Tu autoestima y tu personalidad son tu verdadera fuerza. Empodérate desde adentro y muestra al mundo que tu valor no necesita justificación. Al final del día, tú eres la única que puede definir quién eres. ¡Eso es lo que realmente importa!